¿A qué suenan los Andes?
- Carlos Kamisaki Miñano
- 11 ene 2019
- 4 Min. de lectura
Origen de los instrumentos andinos
Por Carlos Kamisaki y Leonardo Moreno
Tanto el origen de los primeros pobladores de America, como su entendimiento de la música y cosmovisión, esconden muchos misterios que nos han quedado sin resolver. Este entendimiento cultural, requiere de una mente dispuesta a viajar al pasado y admirar con detenimiento las características evolutivas de la música, especialmente si hablamos de la America indígena. Aunque existe una gran cantidad de científicos e investigadores que han supuesto que las culturas “oriundas” del continente, no son tan originales como algunos podríamos pensar. Es decir, ninguna cultura americana es propiamente nacida en el continente, si no que los primeros hombres en habitar America, han de ser migraciones diversas provenientes de Asia y África. Pero no hay que malinterpretar este supuesto que es bastante lógico y entendible, con menospreciar el desarrollo de estas culturas y su aporte a la humanidad. Dada la aclaración previa, vayamos directamente al meollo del asunto. Los instrumentos musicales y sonoros que son exclusivos de La Cordillera de Los Andes o de Mesoamérica, parten de un entendimiento del ser humano proveniente de distintas partes del mundo, de cómo fabricar objetos, cómo conseguir sonidos y cómo desarrollar un lenguaje musical imitador de sonidos de la naturaleza.

Del antiguo Perú se han encontrado vestigios que nos informan del tipo de arte que se desarrolló en este territorio, así como su construcción, ordenamiento y medidas de sus intervalos musicales. Sin embargo, no nos es posible saber a ciencia cierta sobre las coreografías ni la música empleada para la danza, puesto que desconocemos de cualquier tipo de notación musical o algún código con el que estas composiciones se anotaran. Los instrumentos más antiguos encontrados en Perú, pertenecientes al periodo lítico y arcaico, datan aproximadamente de 7,000 años de antigüedad. Estos fueron una antara y una quena que fueron descubiertas en Chilca y Asia, en el departamento de Lima.
Otros instrumentos de hace 4,500 años, son unos silbatos de barro y huesos que se encontraron en el templo de los brazos cruzados en Kotosh, Huánuco. Cuando las poblaciones se empezaron a organizar para optimizar un sistema de trabajo agrícola, se descubrió la importancia de cocinar la arcilla, lo que dio paso a un material moldeable en una primera fase, pero de solidez permanente en una etapa posterior. Es decir, descubrieron la cerámica. Con este descubrimiento la técnica de la cerámica fue llevada a una producción de instrumentos musicales más avanzados en las culturas Vicús, Tembladera, Salinar, Mochica, Nazca, etc.
Por el lado de los Mochicas, se crearon distintos silbatos, trompetas, quenas y antaras; al igual que tambores, sonajas, chalchalchas, cascabeles, láminas de entrechoque y bastones.

En sus diseños nos muestran el posible uso de estos instrumentos.
Los Nazca, en Ica, fueron un pueblo que existió a la par que los Mochicas, pero sus tradiciones son bastante diferentes. Las pinturas nos muestran a la cultura Moche como guerreros, mientras que en Nazca se evidencias escenas más pegadas a las actividades de caza y recolección. Las culturas Pukara y Tiahuanaco no dejaron muchos vestigios de su vida musical, salvo algunas trompetas de cerámica y tambores. Estos últimos se pueden observar hoy en día en bajo relieve en el friso de las ruinas de la Puerta del Sol, en Trujillo, Perú.
Al terminarse los periodos de los señoríos y reinados al rededor del 600 d.C., la música ya se
había desarrollada en estas regiones, con estilos y técnicas distintas en cada cultura, pero teniendo en común el uso de la cerámica. Los Wari son probablemente los primeros que intentaron integrar las diferentes civilizaciones andinas, empleando métodos bélicos. Muchas otras urbes con muchísimo desarrollo se rinden ante su poderío. Para mala
fortuna de los Wari, esta conquista fracasa al desatarse la liberación de los pueblos sometidos, destruyendo las ramas políticas y militares de esta cultura. A partir de este suceso, las poblaciones se organizan en estados regionales. Ya en el Incanato o Tahuantinsuyo, los músicos servían al Inca y a la nobleza. Se cree que el Inca era cargado por su séquito y los músicos tocaban trompetas y flautas, con grandes despliegues de
bailarines a su alrededor, demostrando así su poderío e importancia. Claro, estaban trasladando al hijo del sol. ¿Gran celebración, verdad?
Los instrumentos que destacan de este periodo fueron la Pomatinya o tambor de piel de pima, la Guayllaquepa o trompeta de caracol, el Pototo o trompeta de calabaza, el Pingollo que era una especie de flauta traversa y la Antara o flauta de pan, entre otros que no tienen una descripción precisa como la Quena, Pipo, Catauri, Naucaya, etc.
Aunque hubo muchísimas celebraciones diversas, la más importante era la del Inti Raymi. Esta fiesta se celebra aun hoy en día en Cusco, donde se preservan algunas de las tradiciones del Incanato. Las celebraciones se llevan a cabo en junio, aunque tradicionalmente se realizaba en diciembre, siendo una fiesta aun más grande y solemne que la actual representación. En ella se hacia un sacrificio al dios sol y se efectuaban distintos rituales, terminando el día con una gran fiesta con danzas, taquíes y bebidas. Los
cronistas nos mencionan algunas coreografías y sonidos que pudieron vivir o escuchar, de las cuales se destacan los Taqui o cantos, pero también el ritmo de estos que corresponden a otra esencia musical.
Algunos cantos se diferenciaban por ser únicamente de voz, como otros gritos que estaban acompañados por instrumentos, pero excluyendo los movimientos corporales presentes en las danzas. Tanto el canto como la danza, fueron acompañados con el recitado y el llanto para dar paso a manifestaciones de tipo fúnebre.
Con la conquista, el pueblo andino llegó a sufrir una dependencia, perdiendo su total autonomía y, por lo tanto, dejando de producir su arte. Sin embargo, con cerca de quinientos años de mestizaje cultural, la música, instrumentos y danzas, han desprendido de la historia antigua de los andes, enriquecidas desde hace veinte mil años de tradiciones y reinterpretaciones. El folklore andino sigue siendo muy especial por su carácter melancólico y místico. Y cómo no serlo en tales condiciones. Hablamos de la cordillera más grande grande del mundo. Esos 7,000 km de montañas tan frías como hermosas, desprenden melodías que nos recuerdan la belleza de su flora, fauna y habitantes, así como el sensible cuidado y respeto que tienen por el lugar en donde han vivido siempre.
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