Ritmo, Color y Sabor
- Carlos Kamisaki Miñano
- 8 feb 2019
- 3 Min. de lectura
El Mestizaje Musical Mexicano: Son y Jarabe
Por Carlos Kamisaki
El mestizaje americano no tiene un tiempo definido. Nos encontramos en un continente que tiene de todos los sabores, aromas y colores. Sin embargo, entre el encuentro hispánico con el indígena, específicamente, parten muchas de las tradiciones que rescatamos de cada país de la región. En menor proporción, se suma la raza negra proveniente de África y de estas mezclas y las mezclas de las mezclas, encontramos el mestizaje tan característico de América. Al no tener prejuicios raciales y debido a una escasez de mujeres europeas, los primeros conquistadores hicieron familias con los primeros pobladores. Aunque esto trajo consigo una serie de clasificaciones a las descendencias, dependiendo de sus progenitores, tendrían los derechos de sus padres. Así se ramificaba el complejo sistema de la sociedad colonial, en la cual podías ser considerado libre, blanco, esclavo o mestizo, dependiendo de la sangre familiar.
Caso aparte es Brasil, quienes fueron colonizados por Portugal, y la fusión fue aún mucho más amplia que en la América hispánica, ya que la población indígena era menor y los negros eran más. También la Norteamérica anglosajona, colonizada por Inglaterra, los indígenas fueron aniquilados y obligados a retroceder a comunidades controladas en el interior del territorio. Blancos y negros no se mezclaron con normalidad, contando con centenares de miles de esclavos, que representaban más de un tercio de la población.

Hablemos entonces de los rasgos generales a los que podemos identificarnos los latinoamericanos. Así como hubo mezcla racial, la cultura y tradiciones tampoco fueron ajenas a este sincretismo. Para fines de prácticos, tomaré el mestizaje musical mexicano como ejemplo de cómo es que sucedieron dichos fenómenos. En este ajuste de complejos culturales indígenas, afros y españoles, identificamos como “las festividades, gastronomía, sistema de creencias y demás rasgos asociados exhiben particularidades que brindan una gran diversidad, siendo la música tradicional/popular una de las expresiones más conspicuas de esa riqueza”. (Córdova Plaza, Delgado Calderón, Rebolledo Kloques).
Los géneros musicales que nacerán en el norte, centro y sur mexicanos, nos darán pistas de cómo se desarrollaron estas mezclas en muchos rincones del continente. Por ejemplo, el Huapango o Son Huasteco, corresponde al norte; proveniente de las seguidillas españolas que llegaron en la época colonial, pero con fuerte influencia afroantillanas. El “Son de costumbre” tiene procedencia indígena, fuertemente influenciado por el mestizaje, con un carácter festivo, ceremonial y religioso. Su estructura es instrumental principalmente y se dirige a las danzas más que al canto. Este Hupango, tradicionalmente se interpreta con violín, jarana y guitarra quinta. Es un género que propicia la improvisación tanto vocal como en florituras instrumentales. Tras la independencia, los sones populares se diferenciaron según el lugar de procedencia.
En Veracruz el Son Jarocho, alma del Fandango, es la música típica del sur. Sus orígenes provienen de la tradición española, indígena y negra. Fue colectivamente creada por campesinos, marineros, soldados y vaqueros. Sus raíces las vincularon otros géneros rústicos de países como Cuba, Puerto Rico, Colombia y Venezuela. Veracruz estuvo muy vinculado al Caribe, gracias al puerto principal que se encontraba en este lugar, como entrada y salida de Nueva España con el resto del continente y del mundo. Los puertos como Veracruz están llenos de fusiones; el comercio permitía intercambio de música y, con ello, nuevas tonadas, instrumentos, estilos y demás. El Son Jarocho es considerado como la vertiente musical mexicana de mayor influencia negra. Este aporte le ha dado características musicales muy destacables como el contratiempo, la polirritmia y los ritmos cruzados. En el centro, aunque tienen cierta tendencia al son jarocho, tiene un desarrollo cultural más complejo, con ritmos y cadencias muy diversas.
Por su parte, el popular Jarabe tiene una estrecha relación con la historia mexicana, siendo testigo de la época formativa de este país. El antecedente más lejano es el del tradicional Jarabe Gitano español, que data del siglo XV. En las épocas coloniales, las danzas y cantos se llevaron a distintos rincones de Nueva España. Los sones como “Pan de manteca”, “Pan de jarabe” y “Jarabe gatuno”, fueron los más representativos para indígenas y mestizos. Aunque esta mezcla no fue de agrado para las autoridades españolas por le nuevo significado que le dieron a sus estilos musicales, la prohibición no logró su cometido, si no que, al contrario, la rebeldía y desafío a las autoridades coloniales lo convirtieron en un elemento de unidad nacional.
La historia se repite, con características particulares de cada pedazo de Latinoamérica, pero sin dejar esa herencia colonial que ha influido en nuestras sociedades y culturas. Los diversos géneros musicales que existen en el continente, no serían tan destacados por su complejidad y belleza, si no por las influencias de todas las razas que comprenden nuestra región.
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